Aquí sus dejo una de las mejores canciones de Amaral, espero que os guste!
EL UNIVERSO SOBRE MÍ
Sólo queda una vela, encendida en medio de la tarta
Y se quiere consumir.
Ya se van los invitados, tu y yo nos miramos
Sin saber bien que decir;
Nada que descubra lo que siento, que este día fue perfecto
Y parezco tan feliz.
Nada como que hace mucho tiempo
Que me cuesta sonreír
Quiero vivir, quiero gritar, quiero sentir
El universo sobre mí.
Quiero correr en libertad,
Quiero encontrar mi sitio.
Una broma del destino, una melodía acelerada
En una canción que nunca acaba
Ya he tenido suficiente, necesito alguien que comprenda
Que estoy sola en medio de un montón de gente.
¿Qué puedo hacer?
Quiero vivir, quiero gritar, quiero sentir
El universo sobre mí.
Quiero correr en libertad,
Quiero llorar de felicidad.
Quiero vivir, quiero sentir
El universo sobre mí
Como un naufrago en el mar,
Quiero encontrar mi sitio,
Sólo encontrar mi sitio.
Todos los juguetes rotos, todos los amantes locos,
Todos los zapatos de charol,
Todas las casitas de muñecas, donde celebraba fiestas,
Donde sólo estaba yo,
Vuelve el espíritu olvidado del verano del amor.
Quiero vivir, quiero gritar, quiero sentir
El universo sobre mí.
Quiero correr en libertad,
Quiero llorar de felicidad.
Quiero vivir, quiero sentir
El universo sobre mí
Como un naufrago en el mar,
Quiero encontrar mi sitio,
Sólo encontrar mi sitio.
Quiero vivir, quiero gritar, quiero sentir
El universo sobre mí.
Quiero correr en libertad,
Quiero llorar de felicidad.
Quiero vivir, quiero sentir
El universo sobre mí
Como un naufrago en el mar,
Quiero encontrar mi sitio,
Sólo encontrar mi sitio.
Sólo queda una vela, encendida en medio de la tarta,
Y se quiere consumir.
domingo, 19 de noviembre de 2006
viernes, 17 de noviembre de 2006
Grandes errores
El otro día estaba leyendo un libro que encontré por casa “GRANDES ERRORES” se llama, y encontré un par de casos bastante curioso que os relato a continuación:
“Cuarenta años con gripe, en cama”
En su período de prácticas, un médico visitó a una anciana de 74 años, que había estado postrada en cama durante los últimos cuarenta. No pudo encontrar ninguna enfermedad en ella. Descubrió que uno de los médicos que le habían precedido había ordenado a la mujer que permaneciera en cama, porque padecía gripe. Le había dicho que no se levantase hasta que él volviera a visitarla. Pero el médico se olvidó de volver.
Después de unos días, la mujer – soltera de 34 años – se había recuperado, pero permaneció en su cama esperando la visita del doctor. Transcurrieron varias semanas y el médico no volvía. Para ese entonces, la paciente había descubierto que disfrutaba siendo atendida a cuerpo de rey y rehusó levantarse.
Al principio, fue cuidada por su madre. Cuando ésta murió, la reemplazó su cuñado. Finalmente, el nuevo médico del área hizo una visita de rutina a la casa de la paciente – en Taunton, Devon – y examinó a la mujer, que tenía entonces 74 años y aún guardaba cama, empecinadamente. El nuevo médico remitió el caso a un especialista en geriatría.
El geriatra, doctor Meter Rowe, dijo: “En la época en que la vi, ella no hubiera podido levantarse si lo hubiera querido. Estaba bastante rolliza, y muy lejos de desear abandonar el lecho”.
El doctor Rowe informó del caso a las revistas médicas británicas en 1978, pero a causa de la ética profesional el nombre de la mujer nunca fue revelado. Rowe relató que se necesitaron siete meses de terapia de apoyo para persuadir a la anciana de que abandonara la cama, y cómo al fin, por suerte, se puso de pie nuevamente. Vivió tres años “plenamente activos” antes de su muerte, a los 77 años.
“Perdone… acabo de saltar desde el Empire State”
Un joven artista, desesperado y solo en Nueva York, decidió suicidarse durante la Navidad de 1977. Tomó un ascensor hasta la planta 86 del edificio Empire State.
Durante breves momentos, John Helms, de 26 años, se aferró a la valla de seguridad que rodea la terraza. Pronunció una corta plegaria. Luego se lanzó hacia esas manchitas que eran los automóviles, moviéndose por la Quinta Avenida, a más de 300 metros por debajo.
Se despertó media hora después; se encontraba en la cornisa – de setenta centímetros de ancho – de la planta 85, azotado por el viento. El artista frustrado decidió que su plegaria había sido escuchada, y desechó la idea de suicidarse.
Golpeó en una ventana correspondiente a una emisora de televisión, y se deslizó por ella hasta ponerse a salvo. Hill Steckman, que en esos momentos estaba trabajando en la emisora, dijo: “No puedo creerlo; no se ven muchos tipos entrando por la ventana de la planta 85. Me voy a servir un trago fuerte…”
Helms descubrió que la Navidad no era una mala época para estar vivo, después de todo. Cientos de familias lo llamaron para ofrecerle un hogar donde pasar las fiestas.
“Uno de esos días”
Joe Ramírez, de 19 años de edad, condujo su automóvil hacia la Corte de Justicia, en un suburbio de Nueva York; debía afrontar una multa de tránsito. Cuando su caso estaba a punto de ser tratado, se dio cuenta de que el tiempo de su parquímetro se había agotado, y pidió al juez permiso para ir a colocar nuevas monedas. Su petición fue concedida.
Joe salió corriendo, y estaba por cruzar la calle cuando un policía lo detuvo, por circular corriendo a tontas y a locas. Le dio a Joe una papeleta de multa y un largo sermón. Tan largo, que un guardia de tránsito llegó antes hasta su coche y le impuso una nueva multa.
Cuando volvió a la Corte, el juez se había ido a almorzar. Joe tuvo que alimentar el parquímetro hasta que éste volviera. Estaba multado con 5 dólares, tal como esperaba, pero cuando sacó su billetera para pagar, advirtió que el alquiler del parquímetro lo había dejado solamente con 2 dólares. El empleado de la Corte aceptó ese dinero con la promesa de que al día siguiente pagaría el resto, y Joe, ya deshecho, anduvo dos millas hasta su casa.
Cuando al fin llegó, encontró una carta sobre la estera. Leyo: “Haga el favor de presentarse para su incorporación al ejército de los Estados Unidos”.
“Cuarenta años con gripe, en cama”
En su período de prácticas, un médico visitó a una anciana de 74 años, que había estado postrada en cama durante los últimos cuarenta. No pudo encontrar ninguna enfermedad en ella. Descubrió que uno de los médicos que le habían precedido había ordenado a la mujer que permaneciera en cama, porque padecía gripe. Le había dicho que no se levantase hasta que él volviera a visitarla. Pero el médico se olvidó de volver.
Después de unos días, la mujer – soltera de 34 años – se había recuperado, pero permaneció en su cama esperando la visita del doctor. Transcurrieron varias semanas y el médico no volvía. Para ese entonces, la paciente había descubierto que disfrutaba siendo atendida a cuerpo de rey y rehusó levantarse.
Al principio, fue cuidada por su madre. Cuando ésta murió, la reemplazó su cuñado. Finalmente, el nuevo médico del área hizo una visita de rutina a la casa de la paciente – en Taunton, Devon – y examinó a la mujer, que tenía entonces 74 años y aún guardaba cama, empecinadamente. El nuevo médico remitió el caso a un especialista en geriatría.
El geriatra, doctor Meter Rowe, dijo: “En la época en que la vi, ella no hubiera podido levantarse si lo hubiera querido. Estaba bastante rolliza, y muy lejos de desear abandonar el lecho”.
El doctor Rowe informó del caso a las revistas médicas británicas en 1978, pero a causa de la ética profesional el nombre de la mujer nunca fue revelado. Rowe relató que se necesitaron siete meses de terapia de apoyo para persuadir a la anciana de que abandonara la cama, y cómo al fin, por suerte, se puso de pie nuevamente. Vivió tres años “plenamente activos” antes de su muerte, a los 77 años.
“Perdone… acabo de saltar desde el Empire State”
Un joven artista, desesperado y solo en Nueva York, decidió suicidarse durante la Navidad de 1977. Tomó un ascensor hasta la planta 86 del edificio Empire State.
Durante breves momentos, John Helms, de 26 años, se aferró a la valla de seguridad que rodea la terraza. Pronunció una corta plegaria. Luego se lanzó hacia esas manchitas que eran los automóviles, moviéndose por la Quinta Avenida, a más de 300 metros por debajo.
Se despertó media hora después; se encontraba en la cornisa – de setenta centímetros de ancho – de la planta 85, azotado por el viento. El artista frustrado decidió que su plegaria había sido escuchada, y desechó la idea de suicidarse.
Golpeó en una ventana correspondiente a una emisora de televisión, y se deslizó por ella hasta ponerse a salvo. Hill Steckman, que en esos momentos estaba trabajando en la emisora, dijo: “No puedo creerlo; no se ven muchos tipos entrando por la ventana de la planta 85. Me voy a servir un trago fuerte…”
Helms descubrió que la Navidad no era una mala época para estar vivo, después de todo. Cientos de familias lo llamaron para ofrecerle un hogar donde pasar las fiestas.
“Uno de esos días”
Joe Ramírez, de 19 años de edad, condujo su automóvil hacia la Corte de Justicia, en un suburbio de Nueva York; debía afrontar una multa de tránsito. Cuando su caso estaba a punto de ser tratado, se dio cuenta de que el tiempo de su parquímetro se había agotado, y pidió al juez permiso para ir a colocar nuevas monedas. Su petición fue concedida.
Joe salió corriendo, y estaba por cruzar la calle cuando un policía lo detuvo, por circular corriendo a tontas y a locas. Le dio a Joe una papeleta de multa y un largo sermón. Tan largo, que un guardia de tránsito llegó antes hasta su coche y le impuso una nueva multa.
Cuando volvió a la Corte, el juez se había ido a almorzar. Joe tuvo que alimentar el parquímetro hasta que éste volviera. Estaba multado con 5 dólares, tal como esperaba, pero cuando sacó su billetera para pagar, advirtió que el alquiler del parquímetro lo había dejado solamente con 2 dólares. El empleado de la Corte aceptó ese dinero con la promesa de que al día siguiente pagaría el resto, y Joe, ya deshecho, anduvo dos millas hasta su casa.
Cuando al fin llegó, encontró una carta sobre la estera. Leyo: “Haga el favor de presentarse para su incorporación al ejército de los Estados Unidos”.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)